La gran revolución
En el Día Internacional de la Mujer, cinco emprendedoras que recibieron apoyo de la Fundación Julio Ricaldoni (FJR) reflexionan sobre la experiencia del “despertar del emprendedurismo femenino”.
Alejandrina Arbelo, Vanessa Farías y Viviana Camacho llevan adelante el proyecto Biocamarfa. Esta iniciativa surgió en un salón de clase del turno nocturno del liceo de Playa Pascual (San José), se presentó a la Feria Departamental de Clubes de Ciencia y fue seleccionada para la instancia Nacional. Pero el proyecto de desarrollo de biocontenedores biodegradables (macetas y bandejas para plantines) elaboradas a partir del desecho del aceite vegetal (de cocina) no quedó por ahí. En 2019 participaron en el actual Programa Dieste de Apoyo a Emprendedores de la FJR, en el que trabajaron en la validación técnica y en la idea de negocios de su emprendimiento. Y este año están próximas a la validación comercial.
Alejandrina (38 años) fue la docente de química de Vanessa (35) y de Viviana (30), y fue quien impulsó el trabajo en equipo dentro del aula. Si bien el grupo era más grande, solo ellas tres se entusiasmaron tanto como para profesionalizar la idea e intentar transformarla en un estilo de vida. “Siempre trabajé en el aula con mis estudiantes y una vez que egresaban seguía mi camino, pero por la personalidad que ellas tienen y la historia de cada una, formamos un equipo precioso y pensé que podíamos trabajar juntas, con las habilidades y con lo que cada una tuviera para dar”, recordó Alejandrina.
A dos años de haber comenzado a transitar el camino de la profesionalización, las tres se consideran emprendedoras, porque si bien todavía no se “consagraron” comercializando sus productos, saben que han trabajado mucho y están muy avanzadas.
Viviana, quien trabajó muchos años en una avícola hasta que se recibió de auxiliar de enfermería y empezó a desempeñarse en el sector de la salud, sostuvo que ser emprendedora “es re gratificante”. Superar una etapa es lo mejor que te puede pasar pero al mismo tiempo es muy frustrante en muchos momentos. A veces te sentís en un punto muerto, sin saber si vas a seguir porque no tenés idea si estás haciendo las cosas bien. Pero si querés sacar tu proyecto adelante, seguís”.
Por su parte, Vanessa, que actualmente está desocupada y ha trabajado como administrativa, también manifestó entusiasmo por el proceso personal que implica emprender. “Estoy aprendiendo mucho, descubrí capacidades que no sabía que tenía y cómo pararme al momento de solucionar problemas. Está muy bueno”.
Marca personal
Francesca Accinelli (34 años) y Carolina Notalgiovanni (35) llevan adelante Leva In y también pasaron por lo que ahora se denomina Programa Dieste de la FJR. Su punto de partida fue hacer una cocina inclusiva, algo así como un tráiler con rampa y proporciones que contemplaran la accesibilidad, pero para que la mesada pudiera ser utilizada por personas con silla de ruedas necesitaban un sistema que elevara la silla. Así fue que se concentraron en el dispositivo y nació Leva In.
“Ahí hicimos foco en el dispositivo que eleva la silla de ruedas, que permite mucho más que llegar a una cocina. Le brinda autoestima porque se puede elevar a saludar a una persona parada, accede a la barra de un bar, alcanza objetos en el supermercado o puede limpiar superficies altas en el hogar”, detalló Francesca, quien tiene formación como docente de física.
Con solo cambiar el asiento original de la silla, el dispositivo permite que la persona se eleve hasta 30 centímetros. Las emprendedoras sostienen que el costo de su dispositivo se ubicaría en la cuarta parte del costo de una bipestadora estándar.
Al ser consultada sobre lo que sucede en la actualidad con las mujeres que están emprendiendo, Francesca opinó que “es una gran revolución”. Y explicó: “Quizás antes las mujeres también vendían empanadas en el almacén porque el sueldo del marido no alcazaba en una familia tradicional, pero hoy en día no vende más las empanadas para ayudar al marido, sino por hacer lo que le gusta, porque encontró su vocación. Se lo pone al hombro, le pone su nombre, su identidad visual y está bueno: es como una gran revolución”.
Carolina, quien es licenciada en Comunicación, valoró la posibilidad de emprender y lo consideró más gratificante aún es su caso por aportar a la “inclusión” y “por el impacto que genera en esa población”. Y sostuvo que el mayor “desafío” es generar un producto donde exista equilibrio entre “costo, seguridad y calidad” para que sea realmente accesible.
Todas las entrevistadas estuvieron de acuerdo en que el camino emprendedor en nuestro país es difícil tanto para varones como para mujeres, pero reconocieron que las emprendedoras suelen transitar ese trayecto más unidas, brindándose apoyo unas a otras y compartiendo lo aprendido.
Asimismo, consideraron que las mujeres son emprendedoras desde siempre, la diferencia es que “ahora está ocurriendo como un despertar del emprendedurismo femenino” con mujeres más organizadas y que se animan a arriesgar más.